Uno de los vecinos del bloque de la Verneda lleva 25 años sofocando llamas.
Reencuentro Emilio Cuadrado y Leo Rico, el sábado, en el parque de los Bomberos de Barcelona.
Foto: ELISENDA PONS
MAYKA NAVARRO.BARCELONA.
El sargento de los Bomberos de la Generalitat Emilio Cuadrado vive en el bloque de la Verneda que el lunes pasado explotó y ardió por culpa de la acción premeditada de una vecina con un grave desequilibrio psicológico. En 25 años de servicio, esta es la primera vez que vive un incendio desde el otro lado de las llamas. Desde dentro. Pasan los días, pero le cuesta hilvanar cuatro frases sin romper a llorar, con lágrimas secas, pero con quejidos agudos que se clavan con dolor. Leo Rico, de 29 años, es Bombero de Barcelona. Sangre fresca. De los últimos en vestir ese uniforme, que no lleva capa de superhombre. Ese día en la Verneda le tocó, entrada la tarde, acompañar a los vecinos a recoger enseres en sus casas requemadas. El fuego, ni lo vio. No hizo falta. Por la noche, al regresar al parque de Provença, escribió un e-mail a sus amigos con consejos sobre lo que deben hacer en caso de incendio.Nunca digas a un bombero que es un héroe. Les fastidia sobremanera. Los héroes no lloran, nunca tienen miedo, siempre ganan y sus aventuras sirven para películas, libros y tebeos. Los bomberos, no. Están fabricados del mismo material genético y sensible que el resto de la gente, y ni el humo ni el calor del fuego les convierte en invencibles. Al contrario. Lloran y pasan miedo. Como el resto.
Un abrazo sentido.
"Si alguno se tira a la calle, yo me muero", repite Cuadrado. En minutos, las esquinas de Rambla Prim y Andrade se llenaron de bomberos de Barcelona, mossos, guardias urbanos y dos vehículos de Badalona de los Bomberos de la Generalitat que acudieron para ayudar.Leo Rico llegó más tarde. El fuego se había extinguido, los tres cadáveres se habían recuperado y todos los vecinos habían sido rescatados. Estaban asustados, pero a salvo. Le tocó acompañarles a sus casas por la escalera inundada y ennegrecida para recuperar enseres básicos para la primera noche fuera, de las muchas que les quedan. Se reencontró con el sargento Cuadrado y se abrazaron. Coincidieron cuando, años atrás, Leo trabajó como bombero forestal.Al regresar al parque central, de noche, Leo se sentó frente al ordenador y redactó el sentido e-mail que reenvió a todos sus amigos. Les reprodujo el decálogo que Cuadrado explicaba a sus hijos desde pequeños y que la gente debería interiorizar, a pesar del miedo que se impone ante un fuego. "Todos me han contestado", cuenta.Hay un consejo básico que repiten los dos: nunca hay que salir de casa cuando el fuego está en el piso de un vecino. Las películas americanas han hecho mucho daño. Aquí, los edificios no caen, aguantan el fuego, y hay que franquear el paso al humo y acercarse a un balcón a esperar la llegada de los bomberos. Y tranquilos, porque siempre llegan.Y cuando les ves trabajar, ciertamente, parecen de mentira. Después, como todos, hay momentos en que se rompen. Cuadrado, por ejemplo, ha comprobado ahora lo que queda cuando los bomberos se alejan de un incendio. "Nunca lo hubiera imaginado. El pánico se mete en el cuerpo y sale poco a poco". No es un héroe. Solo es un bombero, como Leo y el resto, al que el fuego llamó a su puerta y que apenas duerme porque le ha visto los ojos al miedo.
"Artículo de hoy Lunes 24...GRACIAS MAIKA"
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Todo mi apoyo al Sargento Cuadrado. Miente todo aquel que diga que no tenga miedo, nunca desaparece pero jamás hay que dejar de luchar contra él.
T
Animo Leo, pocas veces se conoce a alguien como tu. Recuerdos del que tu le dices "promesa del 061". Salu2!
Publicar un comentario